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Los duendes de la mediación

„PREMIO CONSTRUYENDO UNA CONVIVENCIA PACIFICA„

Otorgado por la IV International Conference of the World Mediation, Bs As, mayo 2003.

 

 

 

¨Los duendes de la mediación

La enseñanza de las herramientas de la mediación en el nivel inicial.

por Daniel y Ana Igolnikov **

 

Introducción.

 

A medida que fuimos avanzando en el fascinante mundo de mediar, fueron apareciendo otras ramas y otras incumbencias.

Desde nuestros hijos y conociendo que cuanto más joven, mejor se aprenden y aprehenden los conocimientos llegamos, como otros, a coincidir en que la escuela era uno de los mejores ámbitos para comenzar en el arte de mediar y para incorporar en los niños herramientas para convivir pacíficamente.

Algo de nuestro saber, como en toda profesión nos lo dio la bibliografía, pero la mayor parte lo  adquirimos empíricamente. Fue así que comenzamos con la capacitación de alumnos mediadores a nivel de los últimos  grados, con edades desde 11 hasta 16 años.

Sin embargo, a medida que avanzamos en esta rama y sobre todo a través de haber incorporado aspectos psicológicos relativos a la enseñanza y a la educación, todo nos persuadía de la importancia de empezar cuanto antes en la incorporación de esta filosofía de vida.

Comenzamos pues, nuestra investigación de campo, y advertimos la escasez de bibliografía sobre mediación en el nivel inicial, cuanto más en español, situación que se agravaba aún más al no leer inglés.

Sin embargo, el tema de cómo incorporar en los más pequeños bases conceptuales acerca de la mediación, se mantuvo como asignatura pendiente.

También en congresos  y jornadas, a través del contacto con otros mediadores de la misma especialidad, pudimos comprobar que algunos trabajos que se estaban dando en ese nivel (jardín de infantes) fundamentalmente hacían hincapié en los conceptos de negociación.

Sin embargo, pensamos que debíamos buscar el modo de comenzar a incorporar en los más chiquitos, algo más cercano a la mediación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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El uso de los cuentos

 

Topábamos con la principal dificultad, confirmada por los textos y las experiencias concretas, que en la pequeña edad, la noción de tercero neutral resulta de dificultosa comprensión, tanto como otros conceptos como la confidencialidad, el ceder, el interés, la posición, etc,

Debíamos entonces buscar otras forma para que los más pequeños pudieran entender: ¨ lo que escucho, repito. Lo que que veo, reconozco. Lo que comprendo, hago¨ es una formulación didáctica que nos fue muy útil a estos fines.

Concluimos entonces que probablemente iniciarlos en el conocimiento de las ¨herramientas¨ de la mediación, o sea con qué elementos contamos para desarrollarla, esto es la formulación de preguntas, el buen humor, el orden , la observación, etc., pudieran resultar conceptos comprensibles y asimilables.

La siguiente dificultad era cómo enseñar a los niños esto de un modo que ellos pudieran incorporar el aprendizaje de un modo real y duradero.

El sentido de este trabajo es justamente proporcionar elementos  para que quienes trabajen en mediación escolar, puedan transmitir más fácilmente esas nociones.

Hay suficiente doctrina psicopedagógica respecto de la importancia de los cuentos (versiones infantiles de historias que fascinan incluso a los adultos) para brindar conocimientos.

Los cuentos se constituyen, entonces, es invalorables herramientas para la docencia.

Podríamos citar distintas fuentes en apoyo a esta teoría, preferimos citar sólo algunas:

¨Una buena historia desarrolla la imaginación, potencia los sentidos, enriquece el lenguaje, fomenta el crecimiento espiritual¨.. al narrar una historia les está dando oídos para oir, sentimientos para sentir, curiosidad para aprender¨.. ¨si hay algo en la historia que Ud. está leyendo que no lo satisface del todo siéntase libre para cambiarlo¨ (¨Contar cuentos¨ Liliana Woloschin de Glaser y Antonio Ungar. Ed. Océano. Pag. 7 y 74) y ¨...los cuentos son siempre vigentes pese al paso de los años porque acompaña

n al hombre desde niño en sus problemas de crecimiento, en su adaptación al medio social y en la adquisición de su visión del mundo¨ (Contar cuentos - desde la práctica hacia la teoría. Ana Padovani. Ed. Paidós, pag. 46)

Con un cuento, además, se logra también otro de los aspectos con los cuales ya se está trabajando en el jardín de infantes que es todo el tema de los sentimientos. Es decir como hacer que los niños pequeños, cuya visión siempre es en primera persona, comprendan que los demás también sienten, quieren y sufren como ellos. En este sentido, ¨los cuentos, por su variedad temática de ambientes, situaciones, personajes, abren al niño un amplio abanico de posibilidades que en su pequeña experiencia cotidiana posiblemente no hubieran imaginado nunca. A partir del cuento conocerá la bondad de unos, las dificultades... y como se pueden ver las cosas a través de otros ojos y otras circunstancias... ¨(Cuentacuentos, Nuria Ventura, Teresa Duran. Ed. Siglo XXI de España Editores).

Partiendo de esta premisa consensuada entre psicólogos y educadores, arribamos a la conclusión que si pudiésemos incorporar en una especie de cuento las herramientas de la mediación, podríamos comenzar a transmitirlas mejor y a muy corta edad.

Como en otras historias, elegimos relatarla para la lectura de los adultos, de modo que como un guionista, cada uno elabore su propia versión al contárselo a los niños que deseen formar en la cultura de la convivencia pacífica.

 

 

-2-

Y estábamos de feria .

 

En mi país, cuando no funcionan los tribunales no hay mediación (curioso, porque la mediación empieza porque los tribunales no funcionan como debieran), así  que, en esos días me dediqué un tiempo a pasear.

En una de esas recorridas adónde el quehacer se desocupa, pero los pensamientos trabajan demasiado, me acerqué a una feria artesanal y, como todos hacemos, miré y admiré la gran cantidad de cositas que hace esa gente extraña - sin mucho compromiso con las formalidades legales - con las cosas mas extrañas.

Con un tenedor y dos cucharas, astutamente retorcidos y pegados a una madera, ese artesano con tonada de inmigrante, ha creado un perchero. O con un broche de colgar la ropa, espigas y cinta, éste otro que usa un moñito rojo colgado de su barba candado, hizo un posa-sahumerios. Aquélla, vestida con una blusa tropical y una pollera corta y verde,  pinta cuadros con paisajes que en la parte inferior del marco  tienen ganchitos para colgar las llaves. Es que una combinación de arte y utilidad – ésta última es la diferencia con las obras artísticas-   les permite hacer lo que les gusta para que  las cosas que los demás usan en su vida cotidiana, tengan una imagen diferente y mas grata.

Pues bien, en uno de los puestos (al que me acerqué porque sentí como si desde ahí me llamara alguien) los ví.

Eran un calco (un clon, como se dice hoy) de los duendes que encuentro en las mediaciones.

Moldeados por una artesana, con  un material que no me quiso decir de qué era, había logrado unas hermosas esculturas que los reproducía tal y como son. Claro que además de verse hermosos y radiantes, los tronquitos de madera adónde estaban apoyados llevaban una vela o tenían un soporte para colocar un sahumerio (arte y utilidad, recuerdan?).

No terminaba de sorprenderme con lo que había visto hasta que, un largo rato después, pude entenderlo. Ese tiempo de incertidumbre se debió a las ¨milochocientasmil¨ especulaciones que realicé acerca de cómo podía ella haberlos hecho tan iguales a sí mismos, hasta que me decidí a  preguntarle.

Claro que empecé con ¨qué lindo día¨, ¨o se vende mucho?...¨ y ¨desde cuando se dedica a lo que hace¨, hasta que fuí entrando en lo que de verdad me importaba y la indagué (cortésmente) sobre las figuras de porcelana fría -  creo que eran de ese material aunque celosamente no me lo decía -  a través de temas tan poco trascendentes para mí cómo ¨si le llevaba mucho tiempo realizarlos¨,- ¨.. eran moldes o los hacía uno por uno¨, ... ¨cómo los decoraba..¨,  etc, etc.

Nada me resultaba y tenía vergüenza de confesarle que conocía a esos duendes, así que tuve que recurrir a uno de ellos (no a los que estaban en el puesto sino a los de verdad) y con su ayuda, cambié el rumbo del diálogo.

En vez de hablar de lo qué hacía , le pregunté sobre ella. Sólo así me acerqué, de verdad, a la verdad. Cuando me dijo que, además de artesana, era mediadora lo comprendí todo.

Seguimos hablando y como no podía ser de otra manera, comentamos acerca de los duendes y sus andanzas. Un rato después, sacó de un estante otros tres duendes que ella había conocido, acerca de los cuales me contó.

Obviamente, están incluidos en este relato, previa comprobación personal de su existencia..

Rondaron en mí los duendes y los pensamientos acerca de cuántas personas más sabrían de aquellos.  Entonces, porque los vi  hecho estatuas y pensé que las merecían, consideré  que también precisan que se cuente algo acerca de ellos. Es lo que aquí hago.

 

 

 

 

Que los hay, los hay!

 

Si me pregunta si existen los duendes de la mediación: La respuesta es sí.

Y están aquí, justo ahora.

Los quiere escuchar? Lea estas páginas pronunciando en voz baja cada palabra (como cuando era chico y empezaba a leer)  y los oirá.

Son pequeños, dulces y traviesos y habitan (no solo en las casas) sino en las oficinas o salas adónde se media. Están en todos lados, incluso alrededor del gruñón (o de la histérica) que le tocó ayer.

Créame, los encontrará también mañana, pasado y todos los días y todas las veces que medie.

Sabe algo más? Es bueno contar con estos duendes y conocer sus dones porque las personas que vienen a mediar son diferentes, pero muchos de los duendes son siempre los mismos.

Hasta hay algunos que siempre lo acompañan, que están a su lado..detrás de sus orejas, colgados de sus hombros, haciendo equilibrio en su cabeza (si es calvo) o entremezclado entre sus cabellos. Saltando en la mesa de la mediación, corriéndose de las sillas antes de que alguien se siente y los aplaste y conversando en ¨caucus¨ confidenciales con los duendes de los que vienen.

Porque entre ellos también se conocen y si no,  se presentan con toda elegancia y cortesía como hace Ud. con los que vienen a su centro (u oficina) de mediación.

Los duendes, geniecillos amables, son su guía para encontrar el rumbo en esas ocasiones adónde la soberbia, la venganza, la tozudez, la codicia y el resto de los obstáculos que se ponen en el camino al acuerdo, lo llenan a uno de fastidio o desilusión cuando la gente no sólo no ve la luz al final del túnel, sino que ni siquiera se da cuenta que se metieron en él…

 

Y no es que los duendes de la mediación lleven antorchitas que iluminan. Son la luz misma.

De eso no me di cuenta cuando los vi por primera vez. Ni siquiera podía admitir que existieran. Pero estaban allí y allá y aquí también. Me señalaron el rumbo una y otra vez. Ahora, cuando llega el momento de iniciar una mediación, o un rato antes, al tomar la agenda, buscar la carpeta, repasar el nombre de las personas y juguetear en mi memoria con qué se encerrará detrás del „objeto del reclamo„ o reencontrar en mi recuerdo las caras y las posturas de las que estoy viendo ya por segunda o tercera vez, miro a los duendecillos que me dan la bienvenida y que aguardan, con más ansiedad que yo, que se abra el mágico mundo de encontrar el diálogo perdido en la realidad de las personas que no saben como pelear por lo suyo, sin golpear a otro.

 

 

 

 

 

 

Sabemos que existe otra manera !

 

Después de mediar y mediar algunos años (incluso desde antes de conocer a los duendes) no podía comprender como era que personas de distintas trayectorias de vida, abogados, psicólogos, contadores, arquitectos, pedagogos, maestros, asistentes sociales, profesores, vendedores, empleados, ejecutivos, amas de casa, estudiantes, políticos, miembros y directivos de clubes, sociedades de fomento, jubilados, desocupados, se enrolaban en el servicio de mediación, para diplomarse como mediadores.

Qué los unía, pese a sus diferentes historias,  en esa tarea de ayudar a resolver el conflicto de los otros?

Por qué se interesaban, a partir y a veces a pesar de su oficio anterior,  en esta actividad nueva, en mostrar a los que están enfrentados, una manera diferente de resolver el diferendo la cual  consiste, básicamente, en encontrar ellos mismos la solución, en vez de que se las dé un tercero?

Y como es qué sonreían satisfechos cuando, los que ni hablarse podían, después de reunirse para mediar, habían podido conocer mejor las razones del otro y aunque no pudiesen todavía resolver sus diferencias, restablecieron su comunicación?

A su vez, cómo era que de pronto, los tribunales aburrían por hartazgo a las personas que empezaron a buscar alternativas, cansadas de ir a audiencias, firmar papeles, buscar testigos, presentar pruebas, escuchar cosas absurdas y falaces vestidas de argumentos razonables con fundamentos en el artículo tal de la ley cual y en el artículo tal de la ley cual y en el artículo tal de la ley cual.

Y cómo, de a poco, los que estaban descreídos de esta posibilidad nueva de tratar de resolver lo de siempre con técnicas diferentes, o los que no quieren el cambio, sea porque les conviene que no se haga o porque temen no tener nada qué hacer si los conflictos se resuelven bien y pronto, o tan solo porque teman a lo desconocido fueron comprobando que podían creer porque resultaba.

Fueron los duendes quienes me orientaron hacia la respuesta.

Y por eso creo que ya debo presentárselos.

 

I

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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¨..Aquí están...éstos son¨

 

I. El don de preguntar.

 

Es bueno que sepas que no tienen nombres como vos y yo (también supongo que es hora de tutearnos, como nos  pasa un rato después de conocernos cuando comprobamos que ambos somos  mediadores).

Los duendes se identifican por sus dones y éste que te presento en primer lugar, es el que tiene el don de las preguntas.

Es de los duendes más altos, aunque todos ellos son pequeños y aunque es delgado tiene pancita.

Su categoría es la de los Duendes Mayores y no da respuestas  pero sabe proponernos buenas preguntas.

Podés llamarlo el Duende Preguntón, o el Duende Interrogativo, o el Duende Formulador de Preguntas.

A él no le importa demasiado, siempre que recuerdes su don (formular buenas preguntas) y recurras a él cuantas veces lo necesites.

Como todos los duendes, mientras dejes que juegue en todos los lugares, no se agota ni se cansa de que utilices su don.

Ahora bien, él no te da las preguntas así en la mano, ni las escribe en tu hoja de notas durante la mediación, ni se las dicta a tu cerebro o susurra en tu oído. Se establece un pacto: si tienes presente que debes encontrar las preguntas conducentes, él, ni por un momento lo dudes, te hará llegar a ellas.  

Ah!. No suele hacerse responsable si no las encuentras...

Sin embargo, en mi experiencia y aunque antes de conocer a este duende solía buscar las buenas preguntas, desde que lo conocí esa tarea me ha resultado más grata. Quizás pensás que es una casualidad o que es mi imaginación. Yo creo que si te lo estás preguntando es que estás conociendo a este duende. Probá un tiempito, usa su don (buscar buenas preguntas) y si te resulta, él se te presentará personalmente. Normalmente no tienen apuro, pero vienen a verte porque si encuentran tu sonrisa,  es porque su don te sirvió y se ponen contentos y coloraditos y radiantes, como los chicos cuando encuentran el gesto amable o la caricia cálida.

 

 

II.El don de la oportunidad

 

Otro Duende Mayor, que usa colores estridentes en su ropa, posee la nariz más larga y es muy, pero muy ágil, es el que tiene el don de la oportunidad.

¨Ni demasiado antes. Ni mucho después¨ son sus paradigmas y no posee el don del justo tiempo, sino el de justo a tiempo¨.

Su travesura más habitual es creerse un corredor de autos o un aviador acrobático y „brmmmm„ va y viene por todos lados en la sala de mediación y estaciona o aterriza en cualquier lugar. A veces, se pone dentro de la nariz de cualquiera (si de cualquiera!!) y lo hace estornudar o aprovecha que habla mucho o que empieza a bostezar y lo hace toser o mueve tanto el aire que provoca viento y alguien interrumpe pidiendo si podés cerrar una ventana porque se le vuelan los papeles (aquí ayuda otro duende, después te lo presento) o crea sofocación para que otro pida un vaso de agua, o el zumbido de sus bólidos provoca que alguien pregunte de nuevo porque no escuchó bien.

En fin, su don es crear ocasiones para que el diálogo se refuerce.

Altera unos instantes la conversación, especialmente cuando se aproxima más al monólogo y para que no se interrumpa por demasiado tiempo, la obstruye un ratito.

Es el duende que te ayuda a no tener que intervenir vos para hacer eso mismo que él provoca, y a veces se trata de un juego que hace con el duende que vino con alguna de las partes no demasiado dispuesta a escuchar ¨discursos¨ y bastante entrenada en el sentido de que ¨esos oradores fastidian al diálogo¨, por  lo que al no podérsele poner un corcho en la boca, es mejor que un duende lo interrumpa.

Te cuento un secreto y por favor, que no se entere: este duende es mudo y por eso valora mucho el uso inadecuado de la voz.

 

 

III. El don de barajar y dar de nuevo

 

También está el duende naipero, que es un jugador (timbero, le decimos nosotros) de alma. Su aspecto simpático como todos los duendes (que a diferencia de los gnomos que son realmente feos, como los que aparecen en las películas de Harry Potter) se ve incrementado por su esbelta figura; es casi, casi, un dandi y su vestimenta es elegante con algún estridente detalle, resultando así adecuada a la imagen de un bribón que quiere parecer agradable.

Le encantan los juegos de barajas, sean españolas o las de poker. Hace malabares con las cartas y hasta juegos de magia.

En muchas mediaciones,  si vienen otros duendes como él, no ayudan nada y sólo se dedican a hacer interminables partidas de la escoba de quince, la casita robada, el culo sucio, canasta, rumi, al punto que, concluída la audiencia y cuando todos se van, ellos se quedan horas y horas.

En cambio, si no viene otro duende naipero,  se la pasa exhibiendo sus artes, hace aparecer o desaparecer cartas de entre sus mangas o en las espaldas y bolsillos de los presentes, o juega al solitario.

A veces las cartas se le caen, pero no se desanima y por el contrario, es cuando nos muestra su don de barajar y dar de nuevo.

Es el duende que nos orienta en cuanto al momento de rebobinar los argumentos, de reencauzar el diálogo, de serenar los espíritus.

No es de los Duendes Mayores este duende naipero, pero no por eso hay que menospreciarlo ni dejar de observarlo.

Buscalo (todos los duendes están, siempre están) y cuando lo tenés ubicado no lo interrumpas en su juego, sonreíle para que él sepa que lo viste y estáte atento: cuando se le caigan las cartas te está preguntando si no solo él, si no vos también, deben barajar y dar de nuevo.

 

 

IV. El don del buen humor

Otro duende de esta categoría es el que tiene el don del buen humor.

Es gordito y aunque no sé si el sentido del humor se relacione con el de estar satisfecho con una buena comida varias veces al día, en los duendes y en los humanos suele darse esa concordancia.

No tiene la inquietud de movimiento que el resto de sus congéneres, así que es muy posible que una vez que lo encuentres en tu sala seguirá instalado allí ese día y los restantes, así que te será muy fácil hallarlo de nuevo.

Ese es uno de los mensajes que nos da: el buen humor debe estar siempre presente y a mano.

Es además del tipo de humor amable. No es el del sarcasmo, ni de la risa forzada y menos aún de la burla o de la grosería o la inoportunidad.

Es de risa estridente, clara y profundamente alegre. Recurre tanto a  la mueca gentil como a la sonrisa  de los ojos, ya que también uno se puede reír con la mirada.

Su andar lento y sus movimientos sincronizados como si temiera que un gesto torpe arruine el buen clima que se logró, son también parte del mensaje que nos dice, muy seriamente, de la importancia de no producir con un chiste o un comentario ligero un efecto terrible y no deseado.

Si lo mirás antes de decir algo que te parezca gracioso, vas a descubrir que si se inclina a la derecha (a la suya) es que cree que te debes callar.

Si se inclina sobre su izquierda, te indica que puedes contar eso que se te ocurrió.

Si su cabeza no se mueve, míralo directamente a los ojos y si nada te dicen, es que te dicen que corras el riesgo por tu cuenta.

Yo, particularmente no lo hago. No cuento chistes ni digo nada para producir risas, si el duende no inclina su cabezota para el lado de su corazón.

De ese modo evito la posibilidad de destruír el puente de la comunicación con una explosión de humor desubicada…

Cuantas veces, con la anuencia del duende ( que no es un duende mayor, pero debería serlo.) con el buen humor levanté una discordia que era como una piedra en el camino del diálogo, apartándola de la senda del posible acuerdo.

 

 

V. El don del orden

 

Volviendo a las presentaciones, tengo el inmenso honor de presentarles Señoras y Señores a un duende distinguido, duende mayor sin duda alguna, poseedor del don del orden.

Es alto y viste ceremoniosamente, siendo el único que lleva guantes y de gamuza, pero es porque tiene mano de hierro. Es el que orienta para poner orden adónde el diálogo se ha extraviado. El que reubica al que se tornó agresivo o lacónico. Quien reanima o entusiasma a quien por descreído, se torna un distraído o distrae al resto.

Suele ser diplomático y casi siempre, sólo dirige su índice a quien está estorbando. Pero lo hace con disimulo, así que es necesario que le prestes atención todo el tiempo lo cual no te resultará difícil, porque sabe hacerse ver.

A veces, si no alcanza con el gesto indicativo, directamente se acerca al díscolo y no sé qué le dice, ni cómo, ni con que lo amenaza, pero lo persuade. (Otro duende me ha contado que su frase predilecta es la que le copió a Marlon Brando en la obra de Mario Puzzo ¨- vengo a pedirte algo y para lograrlo, voy a hacerte una oferta que no podrás rechazar¨)

Si eso no da resultado, vendrá a ti y te sugerirá que restablezcas el orden.

Sabrás si debes interrumpirlo, invitarlo amablemente a que cambie su actitud, proponer un alto o posponer la reunión, o enojarte con su actitud o …(bueno, vos sabrás).

Es que es un arte ese de poner el orden sin quebrar el delicado equilibrio de la neutralidad , porque las más de las veces todos, incluso el desubicado, esperan que vos, el mediador, sea quien logre que el vuelo  se mantenga sin turbulencias, agradable y es tu responsabilidad que así suceda.

Este Duende Mayor constituye un aliado insustituíble, especialmente en ¨las audiencias de diván¨ (adónde ni con Freud ni con Lacan te alcanza),

Eso es lo que incrementa su ego. Su virtud no es la modestia, pero cuando utilizas su don es él quien te da las gracias…

Todavía no sé por qué lo hace: te mira, hace una reverencia y se retira..por un rato claro está porque sigue atento.

 

VI. El don del asertijo

 

-¨..te presentó o no?¨ -¨hazme el favor de ser más claro¨ ¨¿por qué me saludas despidiéndote, pero te quedás en el marco de la puerta?¨

Disculpá (ahora te hablo a vos, lector/a) es que estaba dialogando con el duende que tiene por hábito confundirme y no sólo a mí, a todos. Es dicharachero. Su aspecto físico no dice nada especial, pero siempre envuelve su obesa figura con ropas verdes, de mil distintos tonos de verde.

Ah! tiene una boca grande y una completa dentadura blanca, todo lo cual recuerda al personaje de las películas de Batman, aquél que tenía también  el don del asertijo.

Su labor en tus mediaciones es detectar a quienes especulan con lo que dicen, para no decir lo que  quieren decir.

Ni te imaginás lo que sucede cuando vienen otros duendes como él, pues en vez de ayudarte arman sus propios acertijos y se desentienden de todo.

Pese a ser muy inteligentes, son muy inmaduros, así es que se aburren pronto y recién  entonces es cuando ayudan porque hastiados de sus juegos, miran a los que están allí, mediando.

Cuando se fastidian con las frases confusas y disfrazadas, se enfadan con sus autores. Entonces, se colocan encima de sus lenguas complicándoles la pronunciación y les sale de sus bocas, las palabras correctas y la frase sincera.

Otras veces, se acerca a tí y te dice como funciona el asertijo, siendo tu tarea encontrar la manera de transmitir el mensaje verdadero.

El parafraseo puede ser una herramienta, si lo presentas como si en tu interpretación de su discurso lo hubieses extraído. Si hacerlo directamente te resulta imprudente, puedes proponer un intérvalo, reunirte con esa persona y tratar de convencerlo para que „confiese„ pues ha sido descubierto. Otra técnica que sugiere el duende consiste en que lo mires fijo, con ojos de sorprendido y gesto de „ esa no me la creo!„ a ver si, divertido por haber querido engañar y no lográndolo sin ser reprendido, en vez de esquivarte te pide su ayuda. Hay gente que oculta porque teme mostrar, no porque quiera mentir.

Ser confiable y discreto es muy eficaz, tan sólo tienes que persuadirlo de que eres así. Recuerda que quien engaña suele creerse víctima de una conspiración similar.

Es tan complicado el hábito de ser sincero, que si no se tiene humor frente a la mentira, todo termina peor.

Por ello este duende sonríe siempre y es porque no se enoja con las falsedades. Para él son sólo un juego.

 

 

VII. El don de la anécdota

 

Hay otro duende menor, amigo de los refranes y poseedor de una memoria extraordinaria. Quizás por eso tiene una cabeza muy grande y unos ojos saltones debajo de sus gruesos lentes. Siempre aparece sorprendido por lo que nos dice, cómo si recién,  en ese momento,  lo hubiese encontrado. Tiene el don de la anécdota y es el que nos proporciona el recuerdo de un caso parecido o de un aspecto parecido al caso que nos ocupa.

La gran ventaja de contar con él es que su comentario ahorra una gran cantidad de tiempo, ya que muchas veces la sensación de que el problema es único de alguien, le coloca un peso enorme,  que quita la noticia de que otros pasaron por algo similar.

O ver cómo resolvieron ese intríngulis otras personas, ayuda a optimizar las condiciones peculiares para que éstas lo consigan también.

Puede suceder todo lo contrario, esto es, que la anécdota funcione como un boomerang y complique las cosas. Esas veces, nuestro duende se amarga porque no comprende que no es su culpa, sino que los que de verdad no quieren el acuerdo, se escudan en el pasado, tergiversándolo,  para mantener su conflicto en el futuro. Son los que le echan la culpa al cartero y este duende tiene ese oficio.

Pero es optimista y entonces, guarda también en su inagotable archivo, las anécdotas que no debe contar. Para cerciorarse si es correcto o no contarlo, verás cómo se te acerca, sigiloso y te la susurra preguntándote si te parece apropiado comentarla.

A su vez, puedes consultarlo cuando te parezca dudoso citar un ejemplo. Para ello no necesitas acercarte a su oído pues te será difícil explicarle a los presentes, porque te agachas y le hablas a alguien que no se puede ver.

Sólo piénsalo una y otra vez, él te escuchará si no la primera, la tercera o cuarta vez y te hará saber su opinión. Si crees que no te contesta, no te enfades, porque siempre lo hace. Y no se va con medias tintas: el silencio es un no, tan rotundo como si lo escucharas.

 

 

VIII. El don de perder las cosas

 

Un duende, ese gordito de sonrisa picarona,  graciosímo y travieso como el que más, es el que tiene el don de perder las cosas.

Sí es un don mágico, porque hace surgir la solidaridad, las alianzas aún en cosas pequeñas, insignificantes, como una lapicera, un papel adónde se anotó algo, etc, ya que ese hosco y antipático de pronto sonríe y ofrece su birome, o aquél que se la pasó mirando a cualquier lado, se agacha y entrega el papel que estaba allí tirado.

Quién crees que se llevó la birome o tiró el papel? Fue este duende bribón.

Y no tiene remordimientos por lo que hace, ni por los trastornos que produce, ni siquiera cuando ¨extravía¨ cosas más importantes, como el acta de la audiencia anterior, el poder de representación o se mete en la mente de alguno (la tuya incluso) y te hace olvidar o equivocar el nombre o el reclamo de alguien. Lo hace para obtener ese resultado solidario de alguno que, advertido que el acontecer puede complicar el posible acuerdo, prontamente trata de quitarle importancia al episodio, comentando que se podrá recuperar el papel extraviado, o corrije amablemente el error de memoria.

Su aporte no sólo consiste en el extravío, porque se ocupa también del recupero ( y no se preocupa si él no fue el autor de esa pérdida, pues que confía en que ¨la casa esconde, pero no roba¨) ya que de alguna manera logra que alguien lo encuentre o recuerde eso que se olvidó otro. Ayuda, persuade, implora, no sé pero lo que si comprobé es que cada vez que se pierde algo y se encuentra, la mediación se ha visto reforzada.

Algunas veces el episodio crea un espacio distentido, adonde las anécdotas (será el otro duende que ayuda) sobre la predisposición de algunos para perder cosas, la fortuna habitual de otro para encontrarlas, el extremo cuidado de aquél con sus cosas para que no se le extravíen, proporciona un marco de diálogo nuevo y puede suceder que los opuestos en cuanto a la disputa, sean gemelos en relación a perder cosas o en hallarlas.

Los duendes, todos y cada uno, se ufanan en encontrar cordialidad, afabilidad, confiabilidad en dónde todo eso se había perdido.

 

 

IX. El don de ver

 

Está también el duende que tiene el don de ver.  Observa todo, pero especialmente,  lo que los gestos dicen en igual o diferente sentido, que lo que las palabras expresan.

Parece un detective, no sólo porque lleva una lupa y pipa (es el único que fuma) sino porque no sólo sigue las pistas, sino que las busca aún adónde no parezca haberlas.

Observa a cada uno que llega: cómo viste, cómo habla, cómo se sienta, a quién mira, etc. Luego lo observa cómo se comporta y que hace con sus manos y pies. Si anota lo que escucha o garabatea cualquier cosa. Si dice lo que piensa, si piensa lo que dice. Si se frota las manos. Si juega con sus pies. Si golpea silenciosamente sobre la mesa con cada dedo, como marcando el compás, cuando otro habla.  Si pone cara de esto me interesa, mientras mira el reloj para ver cuánto tiempo pasó y calcular cuánto faltará para que termine. Si pone cara de nada, pero anota todo. En fín, buscando la concordancia descubre las incoherencias, hasta que encuentra el ritmo de lo verdadero. Y con mucho empeño logra darse cuenta!

Cómo? No lo sé. Sólo sé  lo que me cuenta: fulano no está diciendo la verdad... Sutano, en realidad quiere otra cosa…

Y porqué le creo en vez de pensar que es un chismoso? Por qué me da evidencias de sus opiniones, me muestra el gesto que contradice la voz o la actitud que demuestra el desagrado, pese a la sonrisa plácida.

Antes, me tomaba el trabajo de verificar la opinión del duende observador…ya no.

Su mera indicación de la simulación que nota, me alcanza.

Siempre recuerdo lo que me dijo la primera vez que lo conocí: -„..si en un momento de la mediación alguien miente o engaña, no es porque sea necesariamente un mentiroso ni que siempre va a engañar. Es sólo que en ese momento lo hizo, así que tu trabajo - continuó diciéndome- ¨consiste en ser precavido y no desconfiar de antemano„... muchas veces -concluyó su discurso -  la mentira es el pasaporte para la verdad¨

Es un aliado de verdad en esas audiencias que se constituyen en ¨talleres¨ por lo que se aprende en ellas.

Es un maestro!! Un duende mayor sin duda alguna.

 

 

X. El don del cierre

 

Está el duende gruñón, del entrecejo fruncido, que tiene el don del cierre (-¨ bueno, ya se acabó¨, dice)

Se viste hoscamente, prefiere el marrón o el gris pardo su chaqueta y de negro o azul oscuro su pantalón. Tiene más canas que el resto. No se considera viejo (-¨viejos son los trapos¨ masculla) sino a lo sumo algo mayorcito. Y flirtea, cuando no está trabajando, con cuanta hada se le cruce. Su carácter es tan feo como su aspecto. Qué digo, mucho más feo.

Es de un carácter podrido ( irascible ,  para expresarlo con más elegancia).

Es de los duendes menores pero porque se jubiló en su oficio sin mejorarlo ; de tan jodido que es, no quiso llegar a más. Su labor la realiza muy bien, es de pocas pulgas y reacciona enseguida. Y además te dice que lo hace gratis!

 Van a ver que tiene un parecido con el duende del acertijo, porque su éxito viene sea porque la acierte o porque le erre. Ahora lo explico.

Viste cuando en una mediación, alguno y a veces los dos protagonistas principales, se hacen los estrechos y dicen, como si se les cayera de la boca la frase: - ¨ venimos a cerrar¨ o ¨..declino la instancia¨.

O cuando no lo dicen, lo tienen bien guardadito y de pronto irrumpen salvajamente con ¨yo no vine a escuchar estas estupideces¨.. o ¨..no voy a seguir perdiendo el tiempo aquí, así que cierre porque me voy¨...

También están los diplomáticos que protestan en voz baja porque se espera media hora y ellos están muy ocupados y odian la impuntualidad. Y los que te hablan ¨francamente¨ para chamuyarte que va a ser una pérdida de tu valioso tiempo, porque no tiene instrucciones (ni las quiere tener) para resolver por las buenas lo que puede perder por las malas…dentro de unos años.

Pues bien, el duende del cierre se los tira por la cabeza. ¨..SI, SI, CERRÁ Y QUE SE VAYA¨. Te va a decir una y otra y otras vez. ¨Si no quieren acordar, qué no acuerden y se acabó.¨ Ellos no tienen tiempo que perder (mentira!!!) pero yo tampoco y esta vez es cierto, clama con fastidio y coraje. Porque el duende cierra y sanseacabó.

Así es como funciona su don, cuando acierta. Esto es, cuando realmente el ánimo de no acordar es más poderoso. Aceptar su mensaje y cerrar será un proceder sensato. Lo cual es bueno para un mediador que debe buscar el acuerdo, pero no inventarlo ni forzarlo.

Y cuando se equivoca, lo que sucede en las ocasiones que la posición de cierre es fingida, tan sólo es una técnica para que el otro ceda y esto tampoco pasa, la decisión del mediador de cerrar, es la mejor forma de abrir el camino del acuerdo.

O nunca te pasó que al decidir el cierre, el que lo pretendía te pide unos minutos de conversación aparte…y allí te dice que quizás podría hacerse un trato..? 

Estas son las veces que el don del cierre, fracasa como tal y la mediación consigue su objetivo.

Es por eso que este duende no quiso más, pues estuvo a gusto con su labor y para él, gran engreído, siempre era lo mismo: si querían cerrar, que cierren y sanseacabó.

 

 

XI. El don de la discreción

 

Me toca presentarte al anteúltimo de los duendes, el que tiene el don de la discreción.

Es un duende menor, creo porque de ser tan discreto logró pasar, casi por completo, desapercibido.  Pese a eso, podrás reconocerlo fácilmente por sus manos grandes; que son así porque las necesita fuertes, muy fuertes, para contener la presión que en las mediaciones se acumula, por las conductas y pasiones pasadas y presentes que el diálogo y la comunicación genera.

Para hablarte de él necesito hacer un poco de historia, pues lo conocí en una circunstancia muy especial. Erase una mediación cargada de una gran hipocresía por todos los costados, frente y fondo. El reclamante era un fastidioso que venía a mediar sólo porque no podía ir a juicio directa y sanguinariamente, aunque hablaba con una sonrisa colgada de sus afilados dientes. Su abogada no era su abogada, sino una novel (en realidad una novata) letrada de un importante despacho de seis apellidos, envíada a cubrir la audiencia, pero trataba de parecer como uno de los seis apellidos., pero por más que ¨la mona se vista de seda…mona queda¨.

La requerida, que era la concubina despechada y la socia defraudada pues había comprobado que fue tenida en cuenta sólo como una mera bonita fachada, tanto en el escritorio cuanto en el dormitorio, estaba acompañada de su nuevo galán, que además vino como su abogado. Eran francamente imbancables. Y yo, por cierto, no estaba en mis mejores días, pues me adeudaban unos importantes honorarios de una difícil mediación y estos otros ingratos ya no valoraban mis neutrales esfuerzos en conseguir que ellos construyeran su propio acuerdo, el cual tomaron como tan de ellos, que a mí nada me tocaba…

Lo que sucedía en la mediación actual no aparecía en los manuales y ya no sabía qué hacer, porque en mí fuero íntimo presumía que si presentaba (lo cual me aconsejaba el don respectivo) el cierre, lo iban a agarrar volando y mi deber era otro: procurar que la mediación fuese una experiencia agotada y no un trámite burocrático.

Fue allí que apareció el don de la discreción quién se presentó, se sentó enfrente de mí, me miró a los ojos y le habló a mi conciencia.

-¨ te voy a contar una historia¨ (y me la contó nomás)..hace muchos años, un eximio dibujante de caricaturas creó un personaje: El otro yo del Dr Merengue. En cada cuadro de la historieta aparecía el elegante Dr Merengue, hombre exquisito en sus modales y vestimenta, dirigiendo frases agradables y cordiales a su interlocutor. Ambos estaban dibujados con trazos gruesos y firmes. Pero como surgiendo desde dentro del Dr Merengue, con líneas de boceto se perfilaba un personaje que tenía sus mismos razgos faciales, pero podía tener cuernos como un diablo, una aureóla como un pobre angelito o una cara de furia, etc, etc y expresaba lo que en verdad pensaba de su interlocutor el Dr Merengue o lo que en realidad quería decirle. Algo así como ¨ Que tal, como le va, distinguido amigo¨ en el diálogo manifiesto y ¨cuándo te morirás, desgraciado¨ en el mensaje oculto. En el cuadro siguiente ´continuó el duende- seguían hablando, del mismo modo y en el último concluía la historia, ora como si sólo hubiese existido el discurso formal del Dr Merengue, ora como si su otro yo fuese quien se daba el gusto.

¨ ..Pues bien - concluyó el Duende - vos sos el caricaturista, así que te toca dibujar los cuadros siguientes de esta mediación ¨para que no quede en historieta¨.

Me volvió a mirar, como esperando alguna pregunta que no hice, se levantó despaciosamente y me volvió a mirar. Fruncí el ceño, pero no se me ocurrió decirle nada porque estaba pensando en lo que me contó. Entonces, me saludó con su enorme mano y se fue.

Qué me quiso decir? Me pregunté una y otra vez. Parafraseé:

1. las personas, todas podemos tener ese otro yo, que expresa lo contrario, o al menos lo distinto, de lo que hacemos, pensamos o decimos. 

2. Alguien define cual mensaje debe ser el que llegue.

3. El mediador debe orientar el diálogo. 4. Su herramienta, como el lápiz en el dibujo- es la discreción para que sin desconocer el doble mensaje, éste no perturbe el desarrollo del posible acuerdo.

Así que, desde entonces, cuando enfrentó una situación de hipocresía, trato de ser discreto sin dejar de procurar que los argumentos, que en la historieta se escriben dentro de globitos, no estallen destrozando el diálogo.

Cuando en una mediación, mientras estamos tratando de cocinar el acuerdo pero los discursos orales o gestuales presionan demasiado, mi labor y la tuya también, se facilita pidiéndole a este duende que, con sus grandes manos, contenga la tapa para que no se desborde el contenido o disminuya el fuego de la hornalla, para que no hierva.

 

 

XII. El don de la paz.

 

Son doce, como los números del cuadrante de un reloj, los duendes que nos acompañan en el tiempo de la mediación.  Y es la hora de presentarte al último y es el que tiene el don de la paz.

Es el Duende que la busca sin cansarse y al mejor estilo Ghandi, no usa la violencia para ello.

Está convencido de su utilidad para la convivencia de tal modo y manera que ni siquiera discute sobre este punto, aunque pueda enfrascarse en cuanta conversación trate el asunto.

Es que discutir es diferente que opinar distinto.

Sin fastidiarse con los violentos es capaz de esperar el tiempo para que se persuadan. Ellos también buscan la paz, sólo que no tienen paciencia para hallarla y se despreocupan de perderla porque creen que, de nuevo con violencia, la conseguirán. Además, si la paz no es en sus términos, no es paz (cualquier parecido con alguien real, no es coincidencia).

Este duende no se dedica a convencerlos, pero no actúa como sí no existieran. Si se le cruzan en su camino, no rehuye el diálogo. Pero sabe que debe ocupar su tiempo en persuadir a otros, a los más, sobre cómo vivir y disfrutar de la concordia. Si ésta es mayor, aquellos serán cada vez menos..

Es nuy pragmático, así que ejemplifica su evangelio con actitudes concretas, sugiriendo y aplicando métodos idóneos. No es que haga milagros, porque esa es tarea de ángeles y no de duendes, pero los propone cada vez que, en casos adónde la violencia era la única salida,  muestra que el diálogo, la escucha atenta, la renuncia a lo que no era importante, son las paradas necesarias en los mil caminos que llevan al acuerdo y eso hace la paz posible.

Su mayor logro ha sido reunir a personas de distinta trayectoria pero de similar actitud competitiva y agresiva que era tan natural para ellos, fue reemplazada por ellos mismos por una conducta mas eficiente para resolver los conflictos que les presentaban otros: la mediación fue el nuevo  método que los convirtió en hacedores de la paz ( peacemakers).

Aunque no son aún lo suficiente en número, pues muchos más debieran caminar por esa senda  junto a estos misioneros de la concordia que predican  una nueva alternativa a la violencia,  en todos los continentes se viene marchando por ese rumbo.

Son esos, todos esos que practican lo que dicen cada vez que median, los que cada tanto se reúnen en foros, congresos o seminarios para conocerse y transmitirse lo que hacen, y como les resulta y están ávidos de aprender nuevas cosas, los que producen este cambio de paradigma, adónde la violencia deja de ser la única respuesta, para ser solamente una alternativa.

Pero no lo hacemos solos. Los mediadores lo realizamos junto con quienes van creyendo (..¨¨te conocerán por tus resultados¨.. ) en los métodos alternativos de resolver los conflictos porque así se ocupan ahora de los suyos. Me refiero a  las partes y a quienes los asisten. No se si hay menos gente que opta por la violencia, pero sé que hay muchos más cada vez, que optan por la mediación.

Claro que esto vos ya lo sabías.

Lo que te vine a decir es que además de los mediadores, las partes y quienes las asisten, están los duendes.

Y este Duende desparrama su don generosamente, porque sabe que fortunas tales como el amor o el saber, cuánto más se reparten, mas crecen y quien la hubiese repartido en nada mengua ni su porción de amor ni de saber (si te cuento todo lo que sé, no se menos por habértelo contado; si te doy todo mi amor, ni un trocito de mi amor pierdo).

Con la PAZ sucede lo mismo: si encontramos la forma de vivir en paz, ninguno recibirá menos paz que la que tenía. Por el contrario, tendrá más y más y más.

Con esa convicción nuestro último duende trabaja, como todos los demás.

 

Moraleja

 

Esos doce pequeños malandras, traviesos, juguetones, generosos están contigo, mediador! Están en tu sala, mediadora!

Sólo tienes que esperar a que lleguen, pero puedes buscarlos también. Sin duda, los encontrarás.

Más aún, creo que con alguno ya te has cruzado, aún sin percibir quién era ni cuàntos má habrìa.

Si has tenido el don de las buenas preguntas, el de la oportunidad, la anécdota, el barajar y dar de nuevo, si has usado un acertijo, creado un  ámbito de buen humor, o puesto la casa en orden. Si has planteado con coraje y decisión el cierre, sin someterte a él. Si has sido capaz de producir alianzas aún a partir de pequeñas cosas. Si has sido discreto sin dejar de procurar el diálogo franco, en fín, si has hecho todo para conseguir que haya paz cada vez más, no es solamente que aprendiste bien este oficio de mediar.

Creéme es que, además, los duendes están contigo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Epílogo

Tal como magníficamente lo ha descripto Gianni Rodari en ¨Cuentos para Jugar¨ (Madrid Alfaguara l980 juvenil 23) ¨...las palabras tienen un sentido, un peso, una fuerza inigualable, porque han estado fijadas, una a una en un proceso de creación colectiva única en el mundo por su duración y complejidad. Desde los primeros años de vida del niño ha de tener un instrumento que le ayude a construir sólidas estructuras...¨ tal vez, de este modo, con los ¨duendes de la mediación¨, los niños puedan además, acercarse a construir una convivencia pacífica.

Nuestro desafío es ayudar a hacerlo.

 

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