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HOMENAJE A ERNESTO LIVACIC GAZZANO

Quienes fuimos, en algún momento, alumnos de don Ernesto Livacic Gazzano,  tuvimos la feliz oportunidad de rendirle un justo homenaje en el Centro de Extensión, P.U.C. El acto contó con la presencia de un centenar de ex alumnos encabezados por el Decano de la Facultad de Letras P.U.C. José Luis Samaniego y varios otros que han alcanzado  un distinguido lugar en el mundo académico y de la creación literaria: Alfredo Matus Olivier, Presidente de la Academia Chilena de la Lengua, Patricio Lizama, Director de Literatura P.U.C., Eduardo Guerrero, Director de la Escuela de Teatro U. Finis Terrae, Juan Antonio Massone, poeta y escritor, Agustín Letelier, Director del Programa de Estudios Asiáticos, P.U.C. , decanos de otras universidades, académicos en general, amigos y familiares del homenajeado.

En la ocasión, el profesor Livacic ofreció una clase magistral titulada "Aproximación a lo vivencial, lo humano y lo estilístico en El Quijote".

Luego, recibió el testimonio y palabras de gratitud de tres ex alumnos, entre ellos el suscrito, cuyo texto me complace compartir.

 

 

Centro de Extensión P.U.C.

HOMENAJE DE EX ALUMNOS U.C.

AL MAESTRO ERNESTO LIVACIC GAZZANO

Santiago, 30 de septiembre de 2005

Adolfo Godoy Castillo

Un día el mármol cumplió un antiguo sueño: pudo hablar. Aconteció justo cuando la mano con cincel comenzó la tarea de aguijonear su piel. A cada punzada, su palabra quejumbrosa sólo pedía sosiego. Pero el artífice, como si no oyera, no contestaba. Continuó su trabajo de pulimento (cincel y algodón) hasta concluir su obra. En ese momento, preguntó al mármol: ¿Quieres volver a tu estado inicial?. Y éste, viéndose transformado en obra de arte, conmocionado, contestó que no.

Muy apreciado maestro Ernesto Livacic Gazzano,

Estimados ex compañeros de universidad,

Amigas y amigos

Los sueños siempre están presentes en el diario vivir. Animan y sostienen nuestro ser hasta que los convertimos en realidad. No obstante, apenas termina uno, inmediatamente nace otro y otro. Paradójicamente, los sueños nos mantienen despiertos. Así es, particularmente, la tarea del profesor: siembra, cosecha y renueva sueños en sus alumnos sobre todo cuando el espíritu joven es terreno fértil y sensible a la influencia docente. Muchos de los que estamos presentes hoy, experimentamos esta delicada e incansable tarea por parte de don Ernesto Livacic Gazzano. Su figura se nos presenta en variadas dimensiones: el educador, el escritor, el servidor público, el padre de familia, el hombre luchador y de fe. En realidad, con estas virtudes no hacía falta pasión para enseñar El Cid... A veces, quienes nos acercábamos a él, terminadas las clases, estrechábamos su mano blanquecina por el polvo de la tiza. Creo que fue un modo mágico de comprometernos con nuestra profesión, de transmitirla y de colaborar generosamente en el desarrollo de cada uno. Un gesto o una palabra, en su momento oportuno, pueden catapultar a un nuevo educador o, por el contrario, apagar su luz. Eso lo hemos aprendido con el correr de los años. Más lo valoramos y más lo agradecemos.

A lo largo y ancho de nuestras vidas, hemos conocido miles de personas. Muy pocas, sin embargo, permanecen en la memoria y nos acompañan por el camino. En algunos casos, nos comunicamos con ellas a través del silencio. En otros casos, podemos hacerlo directa y personalmente. Hoy tenemos la oportunidad, gracias a Dios, de juntarnos con nuestro apreciado profesor. Su presencia ha sido capaz de reunir a diferentes generaciones de ex alumnos. Todos con actividades y cargos distintos, pero con un sello común: aportar al desarrollo de la humanidad y de la civilización. Si lo hacemos pensando más en los otros que en nosotros mismos, más completa será la enseñanza que de él recibimos. En efecto, al parecer sus sufrimientos han sido más por los nuestros, según se desprende de su actitud consecuente entre lo que ha dicho, hecho y sigue haciendo. Apreciamos, con el tiempo, que toda vez que hemos acudido a su encuentro, nos ha recibido con cálida sencillez, sabe escuchar y atiende. Aconseja, si se le pide, y en cada palabra, en cada respaldo, su figura crece como el bambú: mientras más alto, más se inclina. He ahí una lección más que acrecienta nuestra deuda.

Por su magnífica trayectoria, importantes reconocimientos y premios, incluido el Premio Nacional de Educación, lo han buscado hasta encontrarlo; de un modo análogo, la presencia de todos los ex alumnos que aquí estamos después de tantos años, así como de aquellos que expresamente han lamentado su ausencia, da testimonio del beneficio recibido en un acto inédito, fruto, en gran medida, de la escuela formadora que tuvo en él un pilar fundamental. Luego de las imborrables enseñanzas que nos ha legado don Ernesto Livacic Gazzano nos queda, por lo menos, una antepenúltima palabra de agradecimiento en la formación de tantas profesoras y profesores, así como de miles de jóvenes chilenos que estudiaron a través de sus libros. Permítaseme repetir y sumarme a la preclara sentencia: "la gratitud es la memoria del corazón". Muchas gracias.