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Cuando la Enseñanza se hace Líquida y Las Pantallas se tornan Negras. Reflexión Docente en Pandemia.

Comparto con ustedes una serie de reflexiones e ideas que han surgido a partir del desafiante momento que como docentes hemos tenido que enfrentar en esta pandemia. En los escasos tiempos libres me siento a registras algunas ideas que vienen a mi cabeza sobre lo estratégico que resulta para el contexto una de las profesiones más desafiantes e importantes que existe, educar. 

¿Qué Recuerdos Atesorarán en su Memoria Nuestros Estudiantes?

La historia advierte que, en momentos de crisis, de desastres, es cuando aparece lo mejor y lo peor de nuestra naturaleza humana.  A mis estudiantes, a mis apoderados, colegas, compañeros de trabajo, a mi familia.

A todos aquellos a quienes han tenido miedo, se han sentido solos, abandonados, a quienes han hecho de la desesperanza su pan de cada día, a quienes ya no quieren recordar los momentos difíciles en que, por la mano del hombre o de la propia naturaleza, se han sentido angustiados y con la incertidumbre de no saber cuando todo esto terminará. A todos, confesarles que yo también he sentido esa misma preocupación por lo que estamos viviendo. 

A la mayoría de mis estudiantes, niños y niñas que viviendo en casas de no más de 48 m2, con escaso abastecimiento, sin conexión a internet, sin computadores ni impresoras, patios minúsculos, hacinados, compartiendo el único baño para toda la familia, aun así, son capaces de sobreponerse a la adversidad, mis respetos y admiración. Para ellos, el encierro se vive de otra manera. 

A mis apoderados, algunos confinados en sus viviendas, enfrentando el desafío que conlleva tener a los niños en sus hogares. Padres, madres, abuelos, abuelas que, obligados por las circunstancias, improvisan a ser profesores o profesoras, o simplemente ponen en segundo plano los estudios, personas acostumbradas a ir a la feria, a ganarse la vida día a día recolectando frutos, cazando y vendiendo sus productos en la calle y así parar la olla, también para ellos mis profundos respetos. Allí la cuarentena se vive de otra forma y el confinamiento parece un lujo.

A las comunidades escolares, a los profesores, profesoras, al mundo de la educación, la naturaleza nos confiere hoy una oportunidad única para repensar nuevas formas de relacionarnos, entre nosotros, con nuestros estudiantes. Es sin duda un periodo para analizar y reflexionar lo que estamos viviendo. Hoy, la tarea fundamental es, después de la vida, la salud mental, generar refuerzos positivos en nuestros estudiantes, reorganizar nuestras relaciones, reconstruir nuestras formas de comunicación, generar vínculos más solidarios y de cooperación. Combatir el distanciamiento físico con vinculación afectiva. No podemos enseñar a nuestros estudiantes, sino es desde la cooperación y la solidaridad. Debemos entender también que están emergiendo nuevos paradigmas en esta pandemia: el teletrabajo, la comunicación remota, la colaboración a través de plataformas, la educación virtual. Son nuevas formas de hacer, aquí la tarea es para nosotros, los profesores, para empoderarnos de estas nuevas experiencias, capacitándonos, preparándonos, auto gestionando nuestras propias soluciones. No, en tiempos en los que enfrentamos una de las mayores emergencias sanitarias que recuerde la historia, los profes no estamos de vacaciones.

En la hora difícil en que la economía tambalea, en que las grandes potencias muestran su impotencia para contener el virus, en que el mundo de la ciencia busca desesperada la solución a esta pandemia, no dejemos de creer nunca en el ser humano, en nuestros estudiantes, en aquello que nos impulsan a enseñar. Los profesores de este país debemos ser imágenes vivas, en movimiento, para aquellos que buscan, mirando por todas partes, algún referente, algún apoyo emocional, que sepan que siempre los profesores estaremos aquí para contener, para orientar y para empujar hacia adelante sus sueños.

Esto es lo que creo, ojalá sea un sueño colectivo, que arrastre a los profesores de mi país, que relate las historias de como los hijos e hijas nacidos y criados en un sistema individualista, egoísta y competitivo, fueron capaces de superar sus propias limitaciones y trascender hacia nuevas formas de relación, más desde la colaboración y la solidaridad, que utilizaron el contexto, como nunca antes, para enseñar y aprender. ¿Qué sus intentos, sus deseos y por, sobre todo, sus acciones, quedaron grabadas a fuego en el corazón de sus estudiantes? Que aprender sirve para convivir, para compartir, para colaborar y para transformar la realidad. 

 

Pandemia, Soluciones Desde Abajo Hacia Arriba

En momentos de pandemia es donde aparece, en gloria y majestad, toda la creatividad docente, o la ausencia de esta. Las y los docentes acostumbrados a quejarnos y criticar las soluciones que provienen desde arriba (Ministerio, Deprov, Sostenedor, Servicio Local, otros…) sin embargo, hoy contamos con una oportunidad única, que nos brinda la naturaleza, Dios o el destino, dependiendo de donde nos ubicamos en nuestras creencias, para transformar nuestro hacer. Ahora es cuando se pone en juego esa tan vilipendiada “autonomía docente”. En estos precisos momentos es cuando debe aparecer aquello para lo cual nos formamos, esa vocación de la cual tanto se hacen gárgaras.

En este tiempo, he tenido la oportunidad de conocer experiencias maravillosas de colegas que han desplegado toda su inventiva, su creatividad e innovación para sortear dificultades que a ojos de la mayoría de nosotros parecieran murallas infranqueables. Aprovechar el hogar, la cocina, la huerta para quienes viven en el campo, dispensadores de agua y jabón con sensores, enviar tarjetas micro sd, Instagram, tik tok y demás, para desplegar todo tipo de ideas y proyectos orientados a mantener despierto el interés y la curiosidad de las y los estudiantes por seguir aprendiendo, aún en contextos altamente complejos. Es tiempo de pensar y hacer, de reflexionar y accionar todas las posibilidades que hoy la tecnología nos provee, sabiendo, por cierto, que jamás reemplazará esa conexión humana, esa construcción de significados que sólo se da en la riqueza del aula, de la mirada, del lenguajear. 

Quizá es tiempo de abandonar la vorágine de la competencia, la prueba SIMCE, la PSU o como se llame, para transitar a proyectos curriculares con más sentido, más humanos, significativos para los docentes y sobre todo para estudiantes, que empujen a construir, a diseñar cualquier proceso educativo desde el hacer, desde el enseñar con sentido, desde la colaboración. Más redarquía y menos jerarquía. Ahora es cuando se debe desplegar la creatividad docente, aquello que Ken Robinson ya adelantó en su discurso, abandonar la estructura educativa industrial, anacrónica, arcaica y hasta rancia, para transitar a una escuela que potencia el talento, la creatividad y la innovación. Estamos lejos aún de esa idea.

 

Relato Docente

Sí, nadie lo esperaba. La escuela cerrada, las aulas sin ruido, solitarias, los pasillos y el patio en silencio, lejos el bullicio de los pequeños, el juego, las conversaciones que siempre caracterizan un espacio tan único, tan social como es la escuela. Apenas comenzado el año escolar, de golpe, el coronavirus puso en pausa las clases en todo el país, en el mundo. Costó asumirlo, pero ya estaba allí, invisible, silencioso, un nuevo y desconocido virus, un bicho que frenó en seco todo, que nos confinó en nuestros hogares, que nos refregó en la cara nuestra indeleble existencia, que nos mostró nuestra insignificancia frente a un microscópico enemigo. Que puso de rodilla a toda la humanidad. 

A quienes presenciamos por televisión el derrumbe de las torres gemelas el 2001, a quienes nos arrodillamos con el terremoto del 2010 en Chile, para quienes el 2019 fuimos testigos del despertar de la rabia contenida durante tantos años, tantas décadas, y ahora, a quienes vivimos esta pandemia, la más grande crisis sanitaria contemporánea a la que se ha enfrentado la humanidad en el último tiempo, tengo un mensaje fuerte y claro, somos los llamados a cambiar la forma en que estamos haciendo las cosas. Ya no debemos seguir subestimando a la naturaleza. 

Los seres humanos somos gregarios por naturaleza. La educación es, ante todo, un acto social. Dependemos unos de otros. La educación no es la excepción. ¿Qué es lo realmente importante en estos momentos de crisis? Lo realmente importante es estar con otros, es la felicidad de compartir aquellos momentos únicos que nos alientan a seguir adelante. La escuela está llena de esos momentos. El distanciamiento social es hoy necesario para asegurar la vida, pero cuidado, eso no significa que debe aparecer el egoísmo, este es un momento fundamental para más generosidad. Es en tiempos de incertidumbre, que lo humano, la vida, la compañía, se torna fundamental.

Debemos aprovechar el contexto, rico en aprendizajes de todo tipo, para nunca dejar de aprender. Es impresionante la cantidad de datos que se producen a diarios, gráficos, modelos predictivos, casos positivos y negativos, testeos, y mucho más. No se trata de realizar las mismas clases de siempre ahora de manera virtual, lo importante hoy es que nuestros estudiantes se sientan acompañados, con personas de referencia, como lo son sus profesores. Eso no significa que desaprovechemos la oportunidad que la propia naturaleza nos da para aprender de este momento, para que cuando nuevamente ocurra, si es que ocurre, estemos mejor preparados para seguir aprendiendo. 

Es también el momento para pensar en una nueva escuela, explorando nuevas formas de comunicarnos, con todos los problemas de conectividad, de acceso de eso conlleva, por no debemos dejar de intentarlo. Por teléfono, por mensaje de texto, por Whatsapp y sus grupos, por recursos en línea, por videoconferencia, de las formas que sea, lo importante es comunicarnos. Para esa comunicación, nuestros estudiantes son imprescindibles, les necesitamos, la escuela la hacemos todos. La escuela no es el edificio, es la sinergia que se produce entre todos los actores del proceso, estudiantes, apoderados, docentes, asistentes, todos estamos llamado a mantenerla viva en el corazón de nuestros estudiantes.

Me niego categóricamente a claudicar, no renunciaré, a seguir conectándome con mis estudiantes, a tocar su corazón, en especial, en estos momentos en los que la educación debe ser más que nunca necesaria, emocional, humana. Porque los profesores sabemos que, en momentos de crisis, de desesperanza, es cuando aparece lo mejor del ser humano, esa fuerza motriz interna que nos empuja a preocuparnos de los demás. 

 

Desigualdades de Base que se profundizan en tiempos de COVID-19

No podemos partir de la premisa que todos los estudiantes tienen internet e impresora en su casa. Hay que conocer la realidad para afrontarla.

Este virus nos muestra la desigualdad de los países, de las personas, del reparto de la riqueza, de los sistemas de salud, de educación. Nos pone en la cara las “bondades” de un modelo económico que está reventando el planeta.

A modo de diagnóstico local, actualmente en Chile la conexión a internet alcanza una alta penetración en los sectores medios y altos, sin embargo aún las conexiones de buena calidad no son tan masivas en los sectores más bajos. 40% de mis estudiantes cuenta con una conexión a internet estable o fija que permita conectarse a revisar un video o participar de una videoclase. Esta pandemia ha dejado en evidencia las profundas desigualdades que tiene el país. Una gran mayoría de mis estudiantes hoy no cuentan con una adecuada red de internet. Cuestión aparte son los aparatos electrónicos como smartphone, tablets o computadores, que en los hogares más pobres son mucho más escasos. Entonces tenemos una triple discriminación, no contar con aparato adecuado, no tener un internet decente, y por lo anterior, no manejar las competencias básicas para usar un aparato electrónico y conectarse a internet. Muchos de los apoderados que atiendo son analfabetos, cuestión que viene a perpetuar la desigualdad.

Sin duda que la profundidad del problema generado por esta pandemia no será visible sino hasta un par de años posterior a esta crisis, pero desde ya la educación y sus autoridades debieran ajustarse a este nuevo contexto, dando las flexibilidades necesarias para que, estudiantes que han vivido esta crisis no sean evaluados de la misma forma y con los mismos instrumentos que habitualmente el sistema realiza mediciones, los cuales dicho sea de paso, ya son excluyentes. Me parece que esta nueva generación de estudiantes Covid 19 serán afectados de formas y maneras que aún no dimensionamos por estar viviendo la situación.

Indudablemente que la falta de acceso a tecnología (aparatos y conectividad), sumada a los vacíos de conocimientos y habilidades que se producirán por la paralización del sistema educativo y de los procesos que allí ocurren, serán objeto de exclusión, ya que las clases sociales medias, y especialmente las altas, han trasladado el aula a los espacios virtuales y siguen operando de forma remota, sin embargo los centros escolares que atienden a sectores más marginales o de sectores rurales, han debido optar por formas asincrónicas de comunicación, que presentan muy poca retroalimentación de lo que efectivamente ocurre pedagógicamente en aquellos hogares. Por otro lado, es de perogrullo que en el camino se irán mostrando y evidenciando la profundidad de la nueva brecha educativa y social que dejerá esta pandemia. Es prematuro para aventurar, ya que aún ni siquiera sabemos cuando saldremos de esta situación, pero lo que está claro es que profundiza la desigualdades que nuestro país ya traía arrastradas de base.

Las soluciones al problema son multidimensionales, pero por lo pronto, en este país el internet debiera ser una garantía estatal. Hoy el internet es una nueva forma de desigualdad, a la cual sólo pueden acceder quienes pueden pagar. Que un niño o niña no tenga conectividad y no puede ser parte, por ejemplo, de la experiencia de conectarse con sus pares o sus profesores, ya constituye una forma de discriminación que perfectamente puede ser objeto de garantía por el estado. Otro camino posible sería la entrega de dispositivos electrónicos en masa a los sectores más vulnerables para disminuir las brechas. Todo lo anterior tiene un alto costo y es una decisión que responde a muchos y variados intereses particulares que muchas veces no están alineados con lo realmente importante, disminuir la desigualdad de la educación en línea. Respecto de la relación con la pobreza, mecioné que la conectividad es mucho más baja e inestable en los sectores más vulnerables, en donde funcionan más con bolsas de datos que internet fija. Habrá que generar un plan nacional de conectividad y equipamiento para disminuye las brechas de desigualdad digital.

La  crisis también es de salud mental, en confinamiento este tema cobre mayor relevancia aún. Existen padres y madres en los sectores más pobres que saben que la educación puede cambiar vidas, lo han visto en ejemplos cercanos, por lo que pueden verse sobrepasados o culpar a los propios estudiantes de no estar en clases en línea. Muchos padres no tienen la expertiz o paciencia para enseñar a sus hijos o hijas, por lo que también se puede orientar respecto de las mejores formas de abordar el proceso educativo, que no sea tan tedioso para el estudiante, que involucre más la parte emocional, el juego, la diversión, los proyectos, el aprendizaje con sentido. La pobreza puede estresar a tal nivel a las familias y a los más pequeños, por la falta de recursos económicos, el hacinamiento y la situación de amenaza sanitaria, que es necesario abordar los procesos psicológicos y sociales que se desencadenan de la situación actual. 

 

Desafíos

Que los docentes estemos a la altura de las circunstancias, uf, tremenda y compleja tarea. Quedan claro, hace rato: ¿Cuáles son los síntomas del sistema escolar frente al coronavirus? Responder las preguntas claves que orientan: ¿Cómo debería funcionar la educación del siglo XXI? ¿Cuál es el rol de la escuela actualmente? ¿es la educación de hoy humanizante? ¿Para qué educamos? ¿Qué estamos haciendo para conseguir aprendizajes más profundos? ¿Están comprometidos con su aprendizaje nuestros estudiantes? ¿Qué y cómo deberíamos estar enseñando? 

Asincronía, atemporalidad, desconexión brutal con la realidad, pero cual es el mea culpa de los docentes sobre lo que no hemos abordado o preparado para desenvolvernos con más prestancia en este nuevo escenario, más cercano al mundo de los estudiantes del siglo XXI, de la generación Z. 

No todos los docentes cuentan con la expertiz para utilizar diferentes plataformas para realizar videollamadas en grupos, para ser anfitrión en un aula virtual, para compartir pantalla o mostrar una determinada pestaña del navegador. Este desafío quedó explicitado a partir del nuevo contexto que vivimos.

 

Principales aprendizajes de este tiempo

Lo que nos ha enseñado el coronavirus

  • El primer gran aprendizaje, la fragilidad del hombre, del ser humano. Una molécula tiene de rodillas a la humanidad.
  • Lo emocional es clave, es tanto o más importante que lo racional. Es a través de la emoción que llegamos a nuestros estudiantes, luego después de aquello podemos influir en lo racional, en lo académico.
  • La desigualdad se profundizó en esta crisis. Las condiciones ideales de educación virtual están remitidas a un pequeño grupo de estudiantes, la penetración de internet en nuestro país no era tal. 
  • La vocación de profe se lleva por dentro. En nuestro ADN está aprender constantemente. Estamos condenados a aprender para enseñar mejor. Ahora hay que aprender a manejar y convivir con estos nuevos entornos virtuales de aprendizaje (Zoom, Google Meet, Moodle, etc). Aquí nuestros estudiantes nos dan clase. Muchos profes tenemos la capacidad para reinventarnos, para improvisar soluciones sin gran cantidad de recursos. Hay que relevar esas practicas, en estos tiempos, los ejemplos son claves ¿Cómo apoyamos a las y los docentes que se van quedando atrás?
  • El coronavirus nos proporciona un periodo de pausa para analizar y reflexionar lo que estamos viviendo, cómo hemos construido nuestras relaciones, nuestra forma de vida, nuestra sociedad. Es un contexto ideal para aprender. Este virus nos cambió la vida, también debe cambiar el sistema educativo.
  • El personal de salud vale mucho más que el futbolista mejor pagado del mundo o la cantante con más seguidores del planeta.
  • Es necesario invertir más es ciencia, en medicina, en investigación, en educación.
  • El estado es necesario para garantizar las condiciones sociales mínimas para emparejar la cancha.
  • Tenemos una nueva oportunidad para transformar nuestras prácticas, tenemos un contexto rico en aprendizajes de todo tipo. Los proyectos están por doquier.
  • Los docentes debemos hacernos cargo de nuestras debilidades, hay que ser humildemente autocríticos para reconocer que tenemos mucho espacio para mejorar, pero sin quedarnos sólo en el diagnóstico, hay que actuar.
  • Si enseñar en la sala de clases era difícil, hacerlo de forma remota o de manera sincrónica o asincrónica es aún más complejo. Muchos docentes se quejan que en estas condiciones les ha tocado trabajar más que en situación “normal”. Si seguimos haciendo lo mismo, los resultados no cambiarán.

 

¿Por qué es importante el diálogo, la escucha y el conversar para Chile?

Porque la construcción de significados profundos se da en la riqueza de la mirada, del lenguajear. Es desde la cooperación y no de la competencia, desde donde hacemos un mejor Chile.

Porque el momento que vivimos como país, como humanidad, nos grita en la cara la necesidad de escucharnos y dialogar para colaborar.

Porque la fragilidad del hombre, del ser humano, es más profunda cuando actuamos solos, aislados. El diálogo y la cooperación, son el camino a transitar.

No se puede cambiar aquello que no se desea cambiar, sólo despojándonos de  de nuestros dogmas, será posible la cooperación, la disposición al diálogo, la construcción de nuevas miradas, de un nuevo Chile.

Es tiempo de escuchar al planeta, de escucharnos entre nosotros y escuchar lo que el país hace rato está pidiendo a gritos, más justicia social.

 

Tenemos que Hablar de Chile. ¿Qué Chile queremos construir? ¿Cómo lo haremos?

¿Cómo podemos reconstruir nuestro tejido social?

Preguntándonos qué estoy haciendo yo para ello, cómo contribuyo a un mejor país, a un nuevo tejido social que garantice una mayor justicia. 

En mi rol docente ¿qué papel juega la escuela es esta nueva reconstrucción del tejido social? ¿Cómo fortalecemos las organizaciones, los sindicatos, la política desde nuestro ámbito de acción? 

Las crisis, como esta pandemia, visibilizan la necesidad de nuevas formas de relación, construcción que pasa, según mi punto de vista, por el fortalecimiento de las organizaciones, sindicatos y la renovación de la forma de hacer política. Los ciudadanos estamos llamados a empujar dicha reconstrucción. El cambio no vendrá desde arriba, es desde abajo que se apalanca dicha transformación.