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Respeto a los adultos

RESPETO A LOS ADULTOS

MAMÁ , PAPÁ , PROFESORES

 

 

 

Respeto a los profesores

Al hacer una encuesta entre adolescentes sobre "¿Qué entienden por tener respeto a los profesores?", las respuestas más frecuentes son: "Reconocer que el profesor es un adulto", "Saber que no es igual a ti", "Que le tienes que hablar de usted", "Entender que en el colegio cada uno tiene un rol diferente", "Prestar atención cuando explican la materia y cuando te hablan", etc., etc. Pero, ¿quién les enseña a respetar a sus profesores?

Cada vez se escuchan más casos de alumnos que han insultado, humillado  a sus profesores. Antes , esto era impensable puesto que, aunque no aguantaran al profesor, sí tenían un respeto hacia él. Pero el problema no radica exclusivamente en los liceos, sino que el respeto hacia los demás se nos enseña en casa.

 

El respeto se educa en casa

 

El primer lugar donde los hijos aprenden lo que es el respeto es en los propios hogares. Desde bien pequeños se nos enseña   a respetar a nuestros padres: no debemos  contestarles , pedir siempre perdón cuando el  comportamiento lo requiera, saber que los  actos negativos tienen como consecuencia un castigo adecuado, etc. Así, los jóvenes , deben tratar con respeto a sus hermanos, a los abuelos, a los familiares , vecinos , a la dependienta del supermercado, etc.

Los hijos , deben interiorizar desde la infancia que a todas las personas se les debe un respeto por su dignidad como seres humanos, diferente a la autoridad que cada uno emane por el cargo que ocupe dentro de la comunidad. De este modo, al llegar a la adolescencia sabrán tratar con la educación que se merecen aquellos que les rodean, incluidos los profesores.

Ser autoridad y tener autoridad

 

En este sentido, les inculcaremos que existe una jerarquía de valores en el trato que entregamos  a los demás, diferenciando el modo de comportarnos con un amigo (le tuteamos), con la cajera del supermercado, el policía de tráfico, con el profesor en la  sala de clases , el director del liceo  o una autoridad del Gobierno. Aunque debemos ser respetuosos con todo el mundo, el cargo que cada persona ocupa dentro de la sociedad  , le otorga una autoridad diferente que debemos conocer, reconocer y valorar.

 

En este orden de cosas, en nuestra tarea de apoyar la labor del liceo , los padres nunca debemos hablar mal de los profesores de nuestros hijos. La actitud proteccionista que en ocasiones, quizá de manera inconsciente, tenemos con nuestros hijos, no hace más que convertirlos en seres inseguros y poco objetivos a la hora de afrontar sus responsabilidades. Y al contrario, una buena base educativa en la familia les ayuda a integrarse mejor en la vida escolar: saber autocontrolarse y tener una disciplina en la que el respeto hacia los demás les ayude a ser niños más maduros.

Conceptos de fondo

 

 

Los padres debemos desde la casa inculcar una serie de ideas base para que nuestros hijos sepan lo que significa el respeto
 

1. El respeto es una norma cívica

2. En todo trabajo hay alguien superior a quien por su posición se debe un respeto por cargo.

3. Como ocurre en toda relación social, no toda persona va a ser de tu agrado, es lo que normalmente se dice "me cae bien o mal". Pero ello, no es motivo para faltar al respeto a la  persona  "que no te cae bien"

4. Como toda persona, el profesor puede equivocarse. A estas edades debe ser el propio alumno quien solucione cualquier discrepancia; eso sí, con la educación y respeto debido.

5. Como padres no debemos manifestar ante nuestro hijo esos fallos que observemos en el profesor. Lo mejor es decir al hijo que es necesario conocer las dos versiones. Por eso, procuraremos hablar con dicho profesor, antes de defender "a capa y espada" a nuestro hijo. E incluso, aun teniendo razón el hijo, le indicaremos que lo solucione con el profesor.

6. Ante un castigo determinado por un profesor, estemos de acuerdo o no con él, nuestro hijo debe cumplirlo, siempre que no atente contra su dignidad.

7. Esto se extiende a cualquier determinación normativa de carácter colegial. Se debe aceptar las normativas existentes en el colegio de nuestros hijos, siempre que no afecte a principios básicos.

8. A estas edades el ejercicio educativo fundamentalmente debe basarse en la reflexión por parte del hijo, para que interiorice y haga suyo aquello que se le indica.

9. Como reflexión nuestra y de ellos, vale esta cita de Johann Wolfgang von Goethe: "Es fácil temer, pero penoso; respetar es difícil, pero más dulce".

10. Nuestro ejemplo siempre es importante. Deben ver que luchamos y nos esforzamos por ser respetuosos con todos: no criticar, respetar las diferentes opiniones, etc.

Castigos adecuados

En casa los hijos tienen que vivir el respeto por los demás y el faltar a éste siempre debe traer consigo una consecuencia negativa para quien lo vulnere. Por supuesto, el castigo debe conocerse de antemano, no se puede sancionar sin previo aviso. Asimismo, esta serie de medidas tienen que ser educativas, pues no se trata de que nuestros hijos se comporten de una determinada manera por temor al castigo exclusivamente, sino que comprendan la razón por la que les exigimos un modo de comportarse.

Una primera acción, que no castigo, es saber pedir perdón a la persona a la que se ha faltado, incluso ante situaciones en las que uno crea que ha sido injustamente tratado. Nos cuesta más pedir perdón que perdonar.

Si en casa saben lo que es el respeto y que no vivirlo conlleva unas consecuencias negativas, no les resultará extraño aplicar este comportamiento en el liceo . Por nuestra parte, en caso de que nuestro hijo sea castigado en el aula debemos apoyar la sanción del liceo  e incluso darle una continuidad en casa y, si es posible, ponernos en contacto con el tutor o profesor para acordarlas medidas oportunas.

El castigo siempre debe adecuarse a las circunstancias concretas. Por ejemplo: si falta al respeto ante un amigo, podemos castigarle no acudiendo a determinados planes previstos durante un tiempo; si se produce mientras practica un deporte, podemos acordar con el entrenador que en el próximo partido acudirá pero "chupará" banquillo -si esto no perjudica al equipo-; o si se produce en casa, le podemos negar algunas actividades, de acuerdo con la gravedad de la acción, etc.

Para pensar…                                        

- Debemos explicar a nuestros hijos que cuando surjan risitas en clase entre los compañeros; no sean ellos los que sigan con este juego. Supone una falta de respeto hacia el profesor, aunque directamente no se estén burlando de éste.

- Un modo de mostrar respeto hacia los profesores es procurar estar en silencio cuando entra en clase y animar a callarse al resto de compañeros.

- Es aconsejable que examinemos los comentarios acerca de los jefes o compañeros de trabajo. Podemos faltar al respeto, siendo incongruentes entre lo que decimos y hacemos ante nuestros hijos.

Son tus hijos

 

No conviene abusar del castigo porque tiene muchos efectos negativos:
1) Suele surtir un efecto inmediato, pero momentáneo, lo que dará lugar a que se repita la conducta castigada.

2) Los padres, al notar que el castigo surte efecto en el momento que lo aplican, se sienten recompensados y tienden a castigar cada vez más y cada vez con mayor energía.

3) El niño va aprendiendo cada vez mejor a hacer sus fechorías (aprendiendo a ocultarlas). No mejora su conducta, pero aprende a evitar el castigo.

4) Va haciéndose insensible a los castigos. (Como mecanismo de defensa ante ellos). ¡Cuántos padres comentan que el niño parece tomar a broma los castigos!

5) Sean o no físicos los castigos, estamos induciendo un aumento de la agresividad. Les mostramos que “cuando estamos enfadados con alguien, es bueno ir contra él”, Hay castigos “morales” (p.ej., inculpar) que pueden hacer tanto o más daño que un castigo físico, provocando una mayor agresividad en el niño/a.

6) El castigo solo es ineficaz para encauzar el comportamiento. Enseña al niño lo que no debe hacer en lugar de lo que se debe hacer. Cuando se utiliza aislado sin el equilibrio de refuerzos positivos para conductas adecuadas, no enseña al niño cómo reemplazar la mala conducta por otra más aceptable.

En lugar de los castigos es mejor utilizar las recompensas (premios).
1) Los premios que mejor funcionan son los más inmateriales: el elogio, la atención, el afecto, la compañía, suelen ser los más económicos y rentables.

2) El hecho de que “algo” pueda o no ser premio dependerá de la especial motivación de cada niño, la cual puede variar de un momento a otro.

3) Los premios hay que aplicarlos en el mismo momento en que se produce la acción que queremos recompensar. Si los posponemos, ya nadie se acuerda de para qué se han establecido.

4) No es necesario recompensar cada vez. Al principio quizá si sea necesario, pero más adelante es mejor recompensar de vez en cuando (cada 2, 3 ó 4 veces), sin que el niño pueda predecir cuándo van a hacerlo. (La forma de aprender de los humanos muestra que las recompensas “poco previsibles” provocan aprendizajes más fuertes que las previsibles. Ej., la lotería, las máquinas tragaperras).
Son tus hijos