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Comida en familia

El poder de la comida familiar

 

Cada vez cuesta más encontrar familias que se sienten a la mesa a comer. Y cada vez es más común que tanto padres como hijos coman solos, en bandeja, frente al televisor. ¿Otro mal de la vida moderna? Puede ser, porque investigaciones de todo el mundo confirman lo que ya intuían nuestros ancestros: en este sencillo rito se estrechan más los lazos familiares y se establecen las verdaderas redes de protección para los hijos frente a amenazas tan grandes como las drogas y el alcohol.

 

Una definición elemental de la palabra familia es “los que comen juntos”. Si estamos dejando de hacerlo… ¿está la familia entera en riesgo?

En Baviera, Alemania, los niños en edad escolar presentan un rendimiento superior al del resto de las ciudades del país. El hecho llamó la atención de los especialistas, quienes rápidamente se dedicaron a investigar el tema. Y el resultado no dejó de sorprender: a diferencia de lo que ocurre con los niños que tienen jornada completa, los de Baviera no están estresados. ¿La razón? Los niños de Baviera almuerzan en la casa.

En peligro de extinción

Este acto tan simple como es la comida familiar lamentablemente ha ido desapareciendo de manera progresiva. El impacto de la entrada masiva de la mujer al campo laboral es sin duda una de las causas más importantes. La psiquiatra norteamericana Elizabeth Berger, autora del libro “Raising children with character” (“Criando niños con carácter”) y colaboradora de HF señala desde Nueva York: “La falta de claridad de los padres sobre “quién hace qué” transforma la hora de comida en un momento de estrés. Muchos la visualizan a la antigua: la mamá cocinando la tarde entera, esperando la llegada del papá. Pero la realidad es muy distinta. Hoy la mamá y el papá llegan a la casa tarde, agotados por el trabajo y con ganas de leer el diario -no de pelar papas-. Muchas veces solucionan el problema delegando la tarea de preparar la comida a sus hijos, quienes lo toman como un castigo, no como parte de la vida cotidiana. Y entonces las familias dejan de comer juntas porque, a la larga, el estrés es tal,que cada uno desearía estar en otro lugar”.
Asimismo, es evidente que las personas han ido adquiriendo cada vez más compromisos fuera de la casa. Si se va al cine, se come fuera; si se hace deporte a esa hora, se come solo; si hay prueba, se come con el grupo de estudio… “La familia no tiene el tiempo o la motivación para estar junta. Muchas veces el problema con las comidas es sólo un síntoma del aislamiento y falta de intimidad que existe en esa casa”, continúa Berger, “pero esta situación tan triste puede mejorar si los padres se comprometen a cambiar, partiendo con establecer una hora de comida”.
Otra causa relevante la insinúa Jane Clifford, editora de Familia de The San Diego Union-Tribune, quien dice a HF que “no importa lo que comamos, porque en realidad no se trata de la comida. Es más bien una oportunidad para ver cómo está mi hija, saber de sus amigos y estudios… es bajar el ritmo, lo suficiente como para reconectarnos con los que más queremos”. Y es que hacer una pausa en el día, incluso cuando ya está a punto de terminar, para muchos no resulta fácil. Menos cuando hay alternativas como ver televisión, navegar por internet o adelantar trabajo de la oficina desde la casa. Por eso, la actitud activista que prevalece en la sociedad actual figura también como uno de los orígenes del declive de la comida familiar.
Asimismo la comida rápida y las distracciones electrónicas (televisión, videojuegos, internet, chat…) juegan un papel en esta tendencia. Tanto como el aumento en el número de separaciones y divorcios. En Estados Unidos, por ejemplo, la mitad de los niños crecen en familias monoparentales, lo que sin duda contribuye a que éstos se desarrollen en mayor soledad, sobre todo porque el padre o la madre deben trabajar.
¿Excusas y más excusas? Puede ser. Cameron Stracher, editor del Wall Street Journal, indicó en una columna una razón no reconocida de la disminución de las comidas en familia (29/07/2005): “Los padres no quieren comer con sus hijos. Muchos hombres dicen que, si tuvieran que escoger entre tiempo y dinero, optarían por el tiempo; en realidad, escogen el dinero. Al fin y al cabo, ¿quién quiere habérselas con una niña de seis años presa de una rabieta porque le han puesto la pasta con salsa verde? Es mucho más cómodo quedarse en la oficina, encargar la cena, tomar una cerveza y volver a la casa cuando los niños ya están durmiendo”. Él, por su parte, se comprometió a hacer el cambio y comer con su señora y sus dos hijos al menos cinco noches por semana durante un año entero.

Los beneficios en números

La importancia que ha demostrado tener la comida familiar es tal que en Suecia las universidades de Uppsala y de Örebro crearon departamentos académicos para el área. No sólo eso: en Estados Unidos los canales TV Land y Nick at Nite auspician un programa de televisión en la señal de cable llamado “Family Table”, que fomenta que padres e hijos se reúnan en la mesa. Los estudios sobre el tema han arrojado resultados abrumadores.
El Centro Nacional sobre Adicciones y Drogas (CASA), de la Universidad de Columbia, por ejemplo, lleva diez años investigando las actitudes de los adolescentes y de quienes más influyen en ellos. El último estudio (2005), concluyó que una de las maneras más simples y efectivas de que los padres estén al tanto de lo que ocurre en las vidas de sus hijos es comiendo frecuentemente con ellos. Y en concreto señala que mientras más veces coman en familia, hay menos probabilidades de que los adolescentes fumen, tomen alcohol o usen drogas. Además, comprueba que el simple acto de comer juntos como familia tiene un tremendo impacto en el carácter y desarrollo social de los hijos. (Vea la investigación en www.casacolumbia.org).
La Universidad de Minnesota, por su parte, condujo un estudio que reunió datos de casi cinco mil adolescentes de distintas zonas de Estados Unidos. Resultado: comer en familia habitualmente contribuye a prevenir depresiones y suicidios, especialmente entre las mujeres.
Otro gran efecto es que permite establecer buenos hábitos de alimentación. Los estudios de la Sociedad de Medicina para el Adolescente de los años 2003 y 2004 concluyen que la comida familiar es relevante para la prevención, la detección precoz y el tratamiento de los desórdenes de alimentación. Incluso es usada en el tratamiento de la anorexia. Por eso sugiere que los profesionales de la salud eduquen a los padres sobre el rol de ella en la alimentación saludable de los adolescentes, porque según los resultados de los estudios, la mera presencia de los padres en la casa no es suficiente para garantizar los buenos hábitos alimenticios.