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La actividad extraescolar y su impacto positivo en la vida del estudiante

Luego del término de varias restricciones por la pandemia del coronavirus, el regreso gradual a la presencialidad y, por consiguiente, la posibilidad que brindó el ministerio de educación de reducir la jornada lectiva en el primer semestre, debemos detenernos a pensar y replantearnos la importancia que tiene el tiempo de ocio y la actividad extraescolar en la vida de nuestros estudiantes.

Durante mi etapa escolar experimenté varias vivencias extracurriculares, tanto fuera como dentro de la escuela, desde la práctica deportiva a participaciones a nivel cultural como en folclor o tertulias poéticas. Estas experiencias a temprana edad y el hecho de hoy ser docente de Educación Física, se han convertido en una motivación para promover la participación del estudiantado en estas actividades.

Muchas veces las personas tienden a suponer ciertas cosas, en mi caso que la actividad extraescolar conlleva un sin número de beneficios tanto a nivel físico, social y emocional. En la mayoría de los casos estas actividades no discriminan en clases sociales y permiten desenvolvernos en contextos que nos permitirán ser más integrales, empáticos y tolerantes.

A partir de esto es que surge mi deseo de buscar evidencia, respaldar científicamente y demostrar que mis suposiciones, a partir de la experiencia, son reales.

En 2013, Christison realizó un estudio sobre los beneficios de la participación en actividades extracurriculares donde concluyó que participar en dichas actividades beneficia el éxito personal y académico de los estudiantes. Esta idea acerca de que los estudiantes que participan en estas actividades tienen mayores niveles de rendimiento académico está respaldada por los estudios de Fredricks, J. A. (2011) y Lipscomb, S. (2007).

Pero detengamos a hacernos una pregunta: ¿Qué es el éxito? Para Turner (2010) la diferencia entre el éxito y el fracaso se ha identificado simplemente cómo un estudiante pasa su tiempo después de la escuela, muchas veces tendemos a encerrarnos con la idea que el éxito solo significa levantar una copa, obtener premios, ser el o la mejor de la clase, entre otras cosas asociadas a competencias y/o resultados cuantitativos. Pero avalando la afirmación del autor anterior considero importante ampliar la mirada y considerar el éxito como la realización personal, con la obtención de herramientas tanto a nivel físico, social y emocional independiente de los resultados, esto será clave para una vida plena. Por lo que la actividad extraescolar apoyará el desarrollo del carácter de los estudiantes, dándoles las habilidades necesarias para el éxito personal, como habilidades de liderazgo, gestión del tiempo, habilidades físicas y la capacidad de aceptar críticas constructivas.

Por otra parte, según Tárrega, J., Alguacil, M., & Parra, D. (2018) señalan que la participación extracurricular aumenta la autoestima, aumenta la resiliencia y cultiva el desarrollo social de los estudiantes. Además, participar en actividades extracurriculares proporcionará oportunidades para que los estudiantes experimenten la importancia de la participación comunitaria. Comprender los beneficios de estas actividades puede ayudar a los estudiantes a identificar qué actividades en las que participar para apoyar su desarrollo académico y personal.

Desde agrupaciones folclóricas, clubes deportivos, grupos de deporte urbano como calistenia o parkour hasta programas deportivos del Instituto Nacional de Deportes (IND), estas personas reciben exposición adicional a nuevas ideas y relaciones y, por supuesto, que los programas deportivos ayudan a consolidar el trabajo en equipo, el pensamiento crítico y la resolución de conflictos, pero debemos darnos cuenta de que hay actividades de menos impacto físico que aportan mucho de lo mismo, como las artes y, por supuesto, la música. Guillén (2012) indica que “la neurociencia está demostrando que las actividades artísticas (involucran a diferentes regiones cerebrales), en particular la musical, promueven el desarrollo de procesos cognitivos”. Hay estudios que demuestran que la conexión de conocimiento del arte y su desarrollo beneficia la memoria, la empatía, aumentan los niveles de atención e impactan positivamente en otras funciones cerebrales (Guillén, 2015).

Los estudios también indican que la participación en actividades extracurriculares reduce el consumo de alcohol y crean una mejor percepción de los estudiantes entre sí mismos (Fredricks, 2005).

A pesar de este gran número de beneficios, siempre han existido escépticos que afirman que la escuela es para enseñar a niños matemática, leer y escribir, no ser parte de un club o que se distraigan y sean según ellos “improductivos” (Marsh, 2002). Hoy, lamentablemente, las distracciones están por todas partes. Estamos en un mundo tecnológicamente avanzado donde la socialización y las interacciones con los demás están quedando de lado, reemplazadas por aplicaciones como Whatsapp, Instagram o Tik Tok, incluso juegos en línea. Nuestros jóvenes no interactúan con la gente tanto como lo hacían incluso hace diez años. Necesitamos realzar y potenciar la actividad extraescolar, aunque nuestro límite en el sistema público es el personal especialista y la financiación a veces, por lo que un punto central a mejorar debería ser la inversión en personal, reafirmando el Decreto 290/84 de Educación Extraescolar del Ministerio de Educación, que es transversal a todos los niveles de la Educación Chilena.

En síntesis, las actividades extracurriculares permiten a los jóvenes desarrollar habilidades como el liderazgo, los valores, creatividad, autosuperación, el espíritu deportivo, la autoestima, así como la capacidad para hacer frente a situaciones competitivas. Personalmente, considero que estas habilidades serían casi imposibles o muy difíciles de desarrollar en una sala de clases siendo parte de un plan de estudios no escrito. Los estudiantes pueden obtener mucho y depende del establecimiento y, luego, del educador expresar, impulsar y promover estas actividades adicionales que mejorarán las habilidades sociales del estudiante. Los apoderados también jugarán un rol importante en apoyar estas instancias de participación por lo que la información y toda comunicación de los profesores hacia ellos debería mantenerse en esta línea.

Nuestro liceo cuenta hoy con 30 talleres de esta índole, por lo que la motivación es a seguir sumando y realizando talleres de calidad, ya que es el eje de la formación integral y pilar fundamental de nuestro proyecto educativo. 

 

Víctor Moreira Sepúlveda

Coordinador extraescolar y profesor de Educación Física

Liceo Valentín Letelier M.

 

Agosto, 2022.

 

 

Fuentes Bibliográficas:

Christison, C. (2013). The Benefits of Participating in Extracurricular Activities. BU Journal of Graduate Studies in Education5(2), 17–20. Fredricks, J. A., & Eccles, J. S. (2005). Family socialization, gender, and sport motivation and involvement. Journal of sport and Exercise Psychology27(1), 3-31.

Fredricks, J. A. (2011). Extracurricular participation and academic outcomes: Testing the over scheduling hypothesis. Journal of Youth and Adolescence, 41(3), 295-307. doi:10.1007/s10964-011-9704-0

Lipscomb, S. (2007). Secondary school extracurricular involvement and academic achievement: A fixed effects approach. Economics of Education Review, 26(4), 463-472.

Marsh, H. W., & Hattie, J. (2002). The relation between research productivity and teaching effectiveness: Complementary, antagonistic, or independent constructs?. The journal of higher education73(5), 603-641.

Mena García, E. (2020). Los beneficios de la Educación Artística No Formal. Alicante: Universidad de Alicante, Instituto de Ciencias de la Educación (ICE), 2020. ISBN 978-84-09-20703-9, pp. 775-789

Tárrega, J., Alguacil, M., & Parra, D. (2018). Análisis de la Motivación Hacia la Práctica de Actividad Física Extraescolar en Educación Secundaria. (Spanish). REMIE - Multidisciplinary Journal of Educational Research8(3), 259–280.

Turner, S. (2010). The Benefit of Extracurricular Activities in High School: Involvement enhances academic achievement and the way forward. Academic Leadership (15337812)8(3), 239–244.

 

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